Formación – Solidaridad Internacional › Foros › El laberinto de los Derechos Humanos y la igualdad para las mujeres en África – III Edición › Módulo 6 › Respuesta a: Módulo 6
Buenas noches,
Me ha parecido muy interesante el material de estudio para este módulo, un buen cierre para el curso, que ha sido muy enriquecedor también por los comentarios de las compañeras, así que muchas gracias.
Respecto a las preguntas planteadas, creo que hay diversas causas que determinan el nacimiento de movimientos locales y regionales en África en la lucha medioambiental, pero que uno de los principales son los impactos sufridos por las propias comunidades, bien debido a efectos del cambio climático (sequías más prolongadas, lluvias torrenciales…) bien por causa de la acción humana (aguas y subsuelos contaminados, deforestación que priva a las comunidades de recursos, etc.). Al respecto, mi opinión es que todos los métodos reivindicativos pacíficos son válidos, desde acciones de no violencia como sentadas e incluso huelgas de hambre a investigación científica para aportar datos y denuncias ante tribunales. Cada comunidad, en cada momento y según sus posibilidades y necesidades, verá qué métodos puede y quiere utilizar. No obstante, los que más llaman mi atención son aquellos relacionados con el ecofeminismo, ya comentado por alguna compañera, por su doble vertiente de protección del medio ambiente y de puesta en valor del liderazgo femenino.
En cuanto a la fuente urbanización, tengo mis reservas sobre el fenómeno. Por un lado, estos desplazamientos masivos de población a las grandes ciudades africanas están generando unas condiciones de hacinamiento y de infraviviendas que hacen imposible vivir de forma salubre. Las grandes ciudades africanas no fueron concebidas para albergar tanta población, no están preparadas para absorber, en igualdad de condiciones este aumento de población, por lo que no pueden ofrecer servicios básicos en estos barrios marginales: agua y saneamiento, pavimento, transporte, alumbrado, etc. Por ejemplo, durante esta crisis del COVID-19 se ha evidenciado que la seguridad en estos barrios era muy complicada: las viviendas no tienen condiciones higiénicas mínimas, no hay agua canalizada para una buena higiene preventiva, no hay un adecuado saneamiento, no se puede guardar la distancia de seguridad ni dentro ni fuera de las viviendas, y en muchas ocasiones, sus habitantes, dedicados a la economía informal, deben trasladarse a otros barrios para sus pequeños negocios de venta ambulante o similares, con lo cual las restricciones de movimiento les afectan profundamente.
Por otro lado, hay un aspecto social que a veces no focaliza tanta atención, que son las redes de apoyo comunitario; generalmente en las aldeas, sobre todo entre mujeres, estas redes son de gran importancia para la vida diaria y, sobre todo, para hacer frente a imprevistos (las tontines o grupos de ahorro y préstamo entre mujeres, por ejemplo); sin embargo, con la emigración a las ciudades y el cambio a entornos desconocidos, se pierden estos lazos, pudiendo producirse situaciones de desarraigo social.
Tampoco tengo muy claro que podamos hablar de efectos positivos o negativos para las mujeres este éxodo rural; hasta donde sé, en muchas zonas la migración urbana es mayoritariamente masculina, quedando muchas mujeres en su lugar de origen al cuidado de la familia. Esto, a veces, incrementa su situación de indefensión ante robos, violaciones, acciones armadas, etc. Por otro lado, tal vez habría que considerar aquí otras cuestiones como los medios de vida que le quedan a la mujer en el medio rural, la tenencia y uso de la tierra, etc. Este tema, la propiedad y los derechos sobre la tierra (generalmente en manos de los hombres), junto con la capacitación adecuada en agricultura sostenible y la recuperación de semillas nativas, por ejemplo, y el impulso de mercados locales o de redes de comercialización hacia lugares cercanos, me parece básico para favorecer un desarrollo sostenible en el medio rural para las mujeres, respetuoso con el entorno y con sus derechos humanos.
En cuanto a la visión de Europa sobre África, lamentablemente está basada en prejuicios, imágenes negativas, simplificaciones y mucho desconocimiento. África es el continente de la emigración y de los conflictos, de la pobreza y de las hambrunas. No se suele prestar atención al importante papel de las mujeres, a la juventud que está organizándose y consiguiendo cambios hacia la democracia, a las iniciativas respetuosas con el medio ambiente y basadas en otras economías sociales y alternativas. La sociedad civil africana está mucho más organizada y comprometida de lo que pensamos en Europa y, posiblemente, más que nuestras propias sociedades, pero no les prestamos atención. Me parece básico apoyar a estos movimientos locales africanos y, sobre todo, crear redes con movimientos sociales de otras partes del mundo para compartir experiencias. No creo que la cooperación sea una herramienta válida para el apoyo a estos movimientos sociales, principalmente porque suelen enfrentarse al gobierno y, aunque lo hagan de forma pacífica, el nivel de politización general de la cooperación no vería con buenos ojos tener como socios locales a este tipo fenómenos. Los marcos de la cooperación, a grandes niveles, como comenta una compañera, suelen estar definidos por relaciones entre los gobiernos estatales, con fuerte peso del interés comercial, que marcan las líneas orientadoras y objetivos a conseguir y en los que difícilmente pueden encajar estos movimientos que, además, en numerosas ocasiones se enfrentan a empresas multinacionales/transnacionales originarias de países donantes.
Por otro lado, también hay casos en los que un gobierno establece lazos de cooperación (directa o mediante financiación a sus ONGD) con gobiernos que no respetan los derechos humanos, por haber una contrapartida económica o geopolítica interesante. Por todo ello, creo que para que podamos afirmar que la cooperación puede generar cambios profundos, es necesario cambiar su modelo; hasta entonces, conseguirá cambios más o menos pequeños y/o sostenibles.
Finalmente, no todo vale bajo el respeto a la diversidad cultural; la dignidad humana, principio básico y fundamental de los Derechos Humanos, debe ser el pilar central de cualquier sociedad; por ello, toda práctica que resulte perjudicial para un grupo determinado de la población (como la mutilación genital femenina para las niñas y mujeres, otra clase de torturas a personas albinas, etc.) debe ser penalizada jurídicamente y socialmente. Para ello, no sólo hacen falta reformas legislativas (cada vez más países prohíben la MGF, por ejemplo) sino programas de sensibilización a la sociedad en general y a los distintos grupos y profesionales que se ven implicados en dichas prácticas (por ejemplo, a docentes y sanitarios/as, ya que en muchos países como Egipto y Sudán, la MGF se practica en clínicas y hospitales).
El patrón cultural imperante a nivel global está vinculado al patriarcado, con mayores o menores avances hacia la igualdad de mujeres y hombres según cada sociedad; por tanto, en general, siempre es perjudicial para las mujeres. Por ello, es necesario un profundo trabajo educativo y de sensibilización, puesto que los cambios culturales son lentos.
Creo que algunas acciones que se pueden llevar a cabo para impulsar el papel de las mujeres dentro del desarrollo sostenible y con respeto a la diversidad cultural son, por ejemplo, la puesta en valor de acciones de cuidado del medio ambiente, prácticas agrícolas y ganaderas tradicionales y sostenibles, recuperación de semillas nativas, rotación de cultivos, etc., que muchas comunidades han practicado durante siglos.
Saludos,
María