Respuesta a: FORO DE DEBATE DE LA UNIDAD 2

#1508
Silbe
Moderador

Como la vez anterior voy a realizar mi aportación desde mi perspectiva como ex-alumna ya que no me dedico a la docencia. En mi colegio concertado había dos chicos que habían sido adoptados desde Rumanía a muy temprana edad. Durante toda la primaria y la secundaria asistían juntos a “clases especiales” en determinadas materias como matemáticas o inglés y tenían contenido adaptados. Ambos tenían también conductas conflictivas, desde peleas, interrupciones en clases, enfrentamientos con los profesores, alumnos, etc. No recuerdo muchos más detalles pero recuerdo las sensaciones que me producían. Ellos dos llevaban un estigma que les pesaba mucho antes de que pudieran ser conscientes, todo el mundo sabía que eran adoptados y era desde aquí desde donde justificaban su conducta. La educación “adaptada” y las “manías” que generaban en algunas personas del claustro contribuían y más se iban separando a lo largo de los años del alumnado.

Otra experiencia que recuerdo es “la semana de la solidaridad” que solo el título ya produce pavor. Cada año se elegía un destino como Bolivia o el Sahara, y se organizaba desde el colegio una colecta benéfica a través de donaciones, venta de comida y objetos que les niñes hacíamos, una rifa de juguetes, etc. Así a primera vista, y siendo este hecho susceptible de crítica, podría interpretarse que se aprovechaba la ocasión para hacer al menos una reflexión sobre la explotación o el racismo. Pero no era así, más bien nos colaban discursos sobre un tal Pedro Poveda, la cooperación al desarrollo y toda esta parafernalia paternalista acrítica. En resumen, niñes y familias nos sentíamos super bien de haber ayudado a “los pobres” de otros países que no sabíamos ni ubicar en el mapa y nos íbamos a casa con lo que nos había tocado en la rifa y un bocata de chorizo.

La última experiencia que recuerdo, ya en el Bachiller, es que había una chica cuya familia había migrado desde Brasil. Ella había nacido aquí pero siempre se la percibió como diferente y a través de un montón de prácticas discursivas acabó siendo diferente. Ella era muy tímida, muy trabajadora y sentía la necesidad de complacer a los profesores que muchas veces la humillaban inconscientemente. Lo que quiero decir es que a veces, por mucho que una persona se piense concienciada y respetuosa, hay mecanismos psíquicos por los que al personal docente se les hace más simpática una persona que otra, y esto a su veces genera y construye a esa persona respecto al resto de la clase, como pasaba en el caso de los chicos adoptados.

EN el caso de “la semana de la solidaridad” se construye un relato sobre la Otredad desde la victimización más absoluta que no prende, ni mucho menos la solidaridad, sino que es como un acto benéfico en que desde nuestra posición de privilegios donamos un pequeña parte de nuestros ingresos en un espacio-tiempo limitado. Después tampoco podemos saber qué se ha hecho con ese dinero, no podemos ver a esas personas con su agencia, sus motivaciones y sus ideas trabajar en algo, por ejemplo. Sino que simplemente se acaba ahí el proceso y la reflexión.