Formación – Solidaridad Internacional › Foros › El laberinto de los Derechos Humanos y la igualdad para las mujeres en África – IV Edición › Foro del Módulo 3 › Respuesta a: Foro del Módulo 3
Buenos días,
Muchas gracias por la aportación tan rica de historiografía africana desde un punto de vista diametralmente opuesto al mainstream al que estamos acostumbrados en occidente. No he podido leer detenidamente todas las aportaciones del foro, que seguro que son de gran valor y riqueza, por eso voy a tratar de responder a algunas de las preguntas planteadas. Cuando pienso en la mujer africana, como bién decía la compañera Nerea, es fácil que nuestros marcos cognitivos, aprehendidos de la interacción social y nuestro propia formación o experiencia personal, nos lleven inmediatamente a identificar dos tipos de perfiles asociados a esa categorización, por no denominarlas abstracciones idealistas.
En primer lugar, el discurso occidental desde muy pequeños nos ha hecho asociar a los africanos ya sean hombres o mujeres con una situación socioeconomica de pobreza, violencia, anarquía sociopolítica, subdesarrollo intrínsecos o de manera puramente determinista a su ubicación geográfica. Por ende, cuando hablamos de mujeres africanas rápidamente en occidente asociamos el término, independientemente de nuestro posicionamiento ideológico, con mujeres necesitadas de la a inestimable ayuda de los “salvadorxs y civilizadxs” misionerxs occidentales” porque sus “atrasadas instituciones y mentalidades” necesitan aprender y que le ayudemos desde de nuestro “exitoso modelo” de sociedad. Esta visión sesgada y chovinista, es más común de lo habitual a la hora de categorizar a las habitantes de África, apareciendo muchas veces maquillada en diversos ámbitos sociales e instituciones. A esto se le suma, la idealización de la mujer africana como físicamente y culturalmente de rasgos subsaharianos y animista, omitiendo gran parte de la riqueza y diversidad étnica, lingüística, religiosa y cultural del continente.
En segundo lugar, fruto de cierta conciencia social y de género que ha florecido de manera costosa en las últimas décadas y la descolonización, encontramos una segunda categorización asociada con la supuesta superioridad “resiliente” -mental y física- de las mujeres del continente africano para enfrentarse a la adversidad, el dolor, la migración, condiciones socioeconómicas tambaleantes, etc. Una propuesta profundamente neoliberal, que ensalza su resiliencia y su gen de “luchadoras innatas”, que reflejan un pensamiento idealista e irreal alejado de las causas estructurales y elitistas que llevan a estas mujeres, igual que sus homólogos masculino, a tener que jugarse y buscarse la vida por que no les queda otra alternativa si quieren vivir. De hecho, el feminismo liberal e institucionalista imperante hace alarde del supuesto empoderamiento de estas mujeres, e insta a las mújeres del mundo entero a ser igual de resilientes que sus iguales africanas, ha someterse al destino y la flexiblización sin igual a la que nos somete el capitalismo global financiarizado, sin contradecir la normatividad estructural, origen de la opresión de la mujer en todo el mundo.
Fuera de estos sesgos, lo que realmente pienso en la categorización abstracta de una “mujer africana” no tiene nada que ver con patrimonio africano común en términos étnicos o socioculturales, si no, en términos de sujetos y objetos insertos en las dinámicas estructurales del capitalismo financiarizado global ubicados geográficamente en un continente inmenso y diverso. Una mujer africana, puede ser una mujer de lengua bereber, animista y de rasgos “mediterráneos”; o una mujer árabe y musulmana; o una mujer de rasgos caucásicos, hablante de afrikaans y atea; etc. Es tal la complejidad de la realidad de las mujeres situada dentro de las fronteras geográficas de África que no existe posibilidad de generalizar y mucho menos universalizar un modelo unitarista, no obstante, si podemos hablar de mujeres con diferentes grados de opresión y participación social, unido con un patrimonio étnico, cultural y religioso propio recibido de su entorno. Ahora bien, sabemos que las construcciones sociales como la raza (producto propio del imperialismo: en términos de civilización o barbarie) y la división sexual actual del trabajo de acuerdo al concepto de género, de la tradición patriarcal judeo-cristiana e islámica son ejes fundamentales de la opresión actual que sufren millones de mujeres del continente africano; con un origen histórico claro en la colonización europea e islámica y el florecimiento de la forma actual de la propiedad privada.