Respuesta a: Foro del Módulo 4

#3937
anesesmagracia
Moderador

¡Hola!
Leeros es una bonita manera de empezar la semana. Gracias por vuestras respuestas tan ricas e interesantes. En ellas habláis de una gran cantidad de cuestiones y debates de lo más interesantes y cada uno de ellos daría para una reflexión y discusión muy extensa.
Voy a tratar de responder temáticamente a varias de las cuestiones que planteáis.
Una de las cuestiones fundamentales que comentáis tiene que ver con la noción de economía como tal y el empleo. La antropología económica coloca precisamente que existe una manera muy enfocada de comprender esta, limitándola a una cuestión monetaria bajo la visión de maximización. Sin embargo, toda actividad productiva forma parte de la economía. Tener un terreno de cultivo del que se obtiene el alimento, es una forma de economía. No tratar de maximizar los beneficios se entiende como un obstáculo a la forma productivista. Movimientos sociales en América Latina defienden la concepción del “Buen vivir” como un paradigma a alcanzar, en un sentido de que no se viva para la economía, sino que ésta esté al servicio de las personas, de la vida, colocando los cuidados interpersonales y con el planeta en el centro. Entender el propio planeta desde una óptica no extractivista resulta liberador y útil para comprender esta relación desde otros puntos de vista. Si bien esto no puede anular o eliminar conocer la realidad material de la mayor parte de las personas y las sociedades que se ven obligadas a sobrevivir en este sistema buscando las estrategias de resistencia y resiliencia dentro del propio sistema.
El empleo es, por excelencia, la clave de acceso al dinero y, en muchas ocasiones, a la autonomía como es en el caso de las mujeres que sufren violencia machista. Los recursos económicos facilitan salir de estas situaciones, pero no son el único factor, son situaciones mucho más complejas y que no sólo afectan a mujeres desempleadas o sin recursos económicos. El empleo formal ofrece grandes ventajas y autonomía pero también forma parte del proceso de sujeción monetaria que crea una dependencia de acceso a todos los recursos que en muchas ocasiones acaba en procesos de precarización. La agricultura ofrece un grado de autonomía y soberanía alimentaria que debe ser tenido en cuenta también. En un análisis pormenorizado de los datos pueden observarse estas cuestiones. Por ejemplo, en la provincia de Niassa en Mozambique, considerada la más pobre del país con más del 90% de la población dedicada a la agricultura y con los menores índices de consumo del país, es también de las provincias que cuenta con una menor tasa de desnutrición.
El concepto de “economía moral” ayuda a comprender cómo se formula la economía localmente y la vigilancia del enriquecimiento que puede existir. La riqueza se puede medir en descendencia y el dinero se convierte en peligroso cuando no hay una redistribución equitativa del mismo. Roca e Iniesta hablan en este sentido del “principio de no maximización” que, una estrategia de resistencia a la lógica productiva maximizadora, más propia de sociedades occidentales.
Otra de las cuestiones tiene que ver con los cuidados, la división sexual del trabajo y la reproducción. Resulta conflictivo pensar y aplicar nuestras nociones de patriarcado y nuestra división sexual del trabajo a otros contextos. Por ejemplo, a diferencia que en nuestras culturas, a las mujeres muchas veces se las considera más fuertes físicamente (causa/consecuencia de transportar agua, por ejemplo). La esfera doméstica y la maternidad no se entiende necesariamente como un espacio de opresión sino como un espacio y una esfera de poder. Lo mismo ocurre con la sexualidad. En determinadas culturas la sexualidad se considera una esfera de poder de las mujeres, esto obliga a comprender todos estos conceptos desde las propias culturas y no aplicar nuestro modelo de pensamiento a distintas culturas. Pensemos por ejemplo en las sociedades matrilineales, matrifocales y matricolicales, donde la figura de la mujer es radicalmente distinta a la que conoces. Muchas veces estas sociedades se han malinterpretado como matriarcales porque las formas de poder eran muy diferentes y hay lideresas tradicionales mujeres. Sin embargo, siguen siendo sociedades patriarcales. No podemos hablar de una única forma de patriarcado en el que el cabeza de familia sea el padre por ejemplo. En el proceso de colonización, en las regiones matrilineales, fue precisamente por esta incomprensión que las formas de dominación pretendidas no funcionaron en muchas ocasiones. Esto también ha tenido como consecuencia la imposición de un modelo económico basado en la familia nuclear y no en la familia extensa como suele ocurrir.
Esto afecta también a la conceptualización del espacio público/privado. En concreto en lo que se refiere al acceso al empleo y la autonomía que este puede otorgar. Debemos pensar también que el empleo informal ofrece un espacio de libertad para las mujeres que no necesariamente les ofrece el trabajo formal. No me malinterpretéis, no estoy diciendo que el trabajo informal sea mejor, sino que debemos comprender estas realidades como mucho más complejas de lo que son a priori. A muchas mujeres el trabajo informal les da la flexibilidad que necesitan para el cuidado principalmente de sus hijes. Otro debate sería sobre la idoneidad de su esa carga de cuidados debería ser repartida o no, pero la realidad es que ellas son las principales responsables de ese cuidado y que, por tanto, deben pensar sus vidas en relación a dicho cuidado. Una compañera angoleña me decía, “claro que sé cambiar una bombilla, pero no pienso hacerlo, ese no es mi trabajo, ¿qué sentido tendría hacer mi trabajo y también el de los hombres? ¡trabajaría el doble!”. Estemos de acuerdo o no con esta lógica, debemos comprenderla desde su punto de vista en el que su reivindicación del cumplimiento de la división sexual del trabajo es lo que a ella le beneficia, le otorga emancipación y lo que para ella es justo. No toda la emancipación y autonomía se debe comprender de manera individual sino que esta autonomía puede ser y se puede desear como una autonomía colectiva de cuidados interrelacionados.
En determinadas circunstancias resulta importante dar un paso atrás, comprender desde otras cosmovisiones y tratar, desde ahí, ver las formas en las cuales las personas buscan y defienden sus derechos.
No podemos pensar en las distintas realidades desde una traducción de cómo entendemos nuestra realidad social. Debemos tratar de ver y comprender desde los propios lugares de habla, desde sus propias categorías.
Las feministas africanas (Oyèwùmi o Amadiume, por ejemplo) reivindican precisamente la necesidad de comprender las relaciones de género de manera no eurocéntrica, destacando que lo que para nosotras son espacios de opresión, para ellas pueden ser espacios de poder. Esto se ve principalmente con la maternidad. La maternidad es para las mujeres un acceso al poder. Por tanto, es importante conocer y contextualizar cada debate atendiendo a la amplia diversidad y complejidad que exige cada contexto. Las realidades sociales y materiales son siempre mucho más complejas. Las personas buscan y luchan por sus derechos y su autonomía desde las herramientas desde las que disponen reinventando las formas económicas y de poder de manera que sea beneficioso. En ese sentido, pensar en el paradigma del desarrollo desde una perspectiva híbrida que coloque en el centro la vida, como se apunta desde la economía feminista (cf. Pérez Orozco) amplía el debate hacia nociones de desarrollo que pongan en el centro la vida.
¡Seguimos trabajando!