Formación – Solidaridad Internacional › Foros › El laberinto de los Derechos Humanos y la igualdad para las mujeres en África – III Edición › Módulo 4 › Respuesta a: Módulo 4
Buen domingo ¡¡¡ hoy de nuevo he repasado el material y el estudio de caso para en el último momento realizar el test … poca previsión , ya lo siento por María que ha sido una excelente facilitadora y que no ha parado de recordarnos las fechas. Y después de haber realizado un máster sobre investigaciones feministas recientemente, me surgen siempre muchas críticas sobre el concepto de economía en sí y a veces incluso al marco teórico de economía feminista.
La realidad de las mujeres rurales africanas nos obliga a revisar las categorías más utilizadas sobre la división genérica del trabajo en los estudios de género ya que no son del todo aplicables en el análisis en el continente. Si revisamos sus historias, dedican su vida, casi siempre, al trabajo en el campo que se convierte en una extensión de la casa y, por tanto, sin una separación clara entre el espacio público y privado, entre las actividades productivas y reproductivas.
Al releer el material, comprobamos que las mujeres han sido reconocidas casi universalmente como las responsables de la crianza de aves y pequeños rumiantes, la elaboración y venta de productos lácteos y el cuidado de la huerta familiar. Esto no ha supuesto a nivel formal que sean las dueñas ni de los animales y mucho menos que se beneficien de manera directa de su venta.
África no es la excepción y predominan cuatro maneras de entender sus responsabilidades: la primera que responde al hombre como productor, jefe de familia y principal proveedor, responsable de todo. Un falso supuesto ya que estos son considerados los amos, toman las decisiones sin consultar a sus madres, esposas o hijas y, por tanto, son los beneficiarios naturales de los servicios financieros y técnicos y se obvian las responsabilidades que asumen las mujeres para la supervivencia de la unidad familiar con la infinidad de tareas que ya hemos descrito.
Una segunda, es el que da título a uno de los apartados, trabajo familiar, para referirse a tareas que implican el cuidado de animales que realizan las mujeres y no se valoran como productivas. La productora se integra dentro de la familia y se distingue de las granjas intensivas, por ejemplo, ya que ahorra mano de obra, es gratuita. No se cuestiona que no sean pagadas, ni se contribuya con la seguridad social ni que suponga una sobrecarga para ellas. La familia, por tanto, se convierte en una entidad autónoma con poder de decisión, pero nunca teniendo en cuenta las voces de ellas.
En la tercera, se empieza a distinguir del trabajo familiar al señalar que el cuidado de los animales y la recolección están a cargo de las mujeres y las personas mayores, aunque sin analizar las diferencias entre ellos. Se parte de otro supuesto erróneo, no tienen nada que hacer y contribuyen como un recurso a la unidad doméstica que de otra manera no sería utilizado.
La cuarta y última, reconoce a las mujeres como trabajadoras y participan en el mundo laboral pero su ingreso se valora como complementario.
Uno de los elementos significativos que cruzan a estos supuestos para tener en cuenta dentro de la conceptualización de la divi¬sión genérica de trabajo es la identificación de los roles y los estereotipos , como los significados y como marcos teóricos en los que se enmarcan las relaciones sociales entre los géneros y que son un factor estructurante que reduce o aumenta la brecha de desigualdad entre los géneros. Las representaciones y los atributos de género caracterizan a hombres y mujeres, orientan la acción y asignan un papel diferente en el mundo rural que habitan las mujeres africanas.
Si revisamos bibliografía especializada, las mujeres desempeñan trabajos masculinos no solo cuando el hombre o se va a trabajar a jornal y las tareas van mucho más allá del hogar. De hecho, se prioriza el trabajo en el campo dependiendo de la mano de obra disponible en la familia y de la extensión de la unidad productiva, por lo que resulta muy complejo entender la división genérica del trabajo de manera tradicional, con esa separación más habitual del trabajo doméstico y no doméstico. La interrelación entre actividades reproductivas y actividades productivas descritas en el ámbito doméstico hace muy difícil trazar una línea de separación clara entre unas y otras cuando se analiza este tema en la economía rural.
De hecho, la distinción resulta artificial si consideramos la producción como parte de un proceso global de reproducción. No hay que obviar que es un trabajo en el que se integra un elemento importante para la producción, por un lado orientada al consumo y por otro a la comercialización cuando hay excedente, a diferencia de lo que ocurre en la familia urbana, en la que el consumo se hace cada vez más dependiente de bienes producidos fuera de la unidad doméstica .
Se define entonces el núcleo del trabajo doméstico como un conjunto de actividades requeridas para reproducir diariamente la fuerza de trabajo, que comprende la transformación de bienes en valores de uso para el consumo. El contenido y la naturaleza de algunas de estas funciones determinadas por la dimensión de la familia y por el tipo de producción ejecutada en el ámbito doméstico. dependen también de factores externos a la familia, tales como el grado de penetración del mercado en la economía.
Sólo quería dejar esta reflexión para que cuestionarnos también como feministas e investigadoras, la aplicación de este marco dominante sobre todo en economía que debemos revisar para aplicarlo en contextos rurales. Igual que vamos superando poco a poco el etnocentrismo y el androcentrismo creo que debemos cuestionar esta imposición mayoritaria de referentes urbanos .
Carmen