Respuesta a: Foro módulo 2

#4039
henar aginaga
Moderador

Buenas tardes:

Tanto la lectura del contenido de este segundo módulo como la del foro y las aportaciones de diferentes compañeros me han hecho recordar una anécdota vivida recientemente en una clase de cuarto de ESO.

Desde hace varios cursos estamos realizando un proyecto que se llama “La mujer escondida” que busca trabajar los textos argumentativos en las diferentes lenguas con la visibilización del papel de la mujer en ámbitos como, por ejemplo, la literatura. Hasta ahora, con más o menos ganas, los grupos que han pasado por “mis manos” han acogido más o menos bien el proyecto y han participado sin poner pegas. Sin embargo, este curso me he encontrado con una reacción tremendamente hostil por parte del alumnado. Por un lado, se hicieron comentarios del tipo “estoy harto del feminismo”, “ahora todo es machismo”, “si me denuncia una mujer, aunque se lo invente, voy a la cárcel por violencia de género”, etc. Estos comentarios vinieron por parte de chicos y estaban respaldados por algunas pocas chicas de clase que asentían y les daban la razón. Invertimos toda la hora intentando aclarar que, cuando hablamos del feminismo, estamos hablando de un pensamiento político y social que principalmente está en contra del machismo (aclarando que no es lo mismo que ser lo contrario al machismo) y hablando de que no se trata de una lucha exclusiva de las mujeres y para las mujeres, sino que el fin es acabar con un sistema heteropatriarcal injusto que nos perjudica a todos como sociedad, aunque a cada uno, según nuestros rasgos y circunstancias, nos afecta de manera diferente y por razones diversas.

Me resultó curioso (aunque tenía todo el sentido del mundo, por mucho que no me gustara), por un lado, que las chicas que respaldaban este discurso y apoyaban a estos chicos fueran quienes, a su vez, habitualmente pasan mucho tiempo en clase y fuera de ella con aquellos que a grandes rasgos tienen un perfil similar al que representa la masculinidad hegemónica y quienes son los más “populares” de la clase y el curso. Asimismo, me llamó la atención que ninguna persona que sé por otras conversaciones que no estaba de acuerdo con lo que decían sus compañeros levantó la mano para participar y contraargumentar lo que se estaba diciendo: no hubo más respuesta que el silencio tanto por parte de chicas como de chicos no tan normativos, vamos a decir. Esto es entendible, ya que precisamente quienes “saltaron” al presentar el proyecto lo hicieron de forma muy hostil, con un tono muy elevando, incluso haciendo “chistes” de corte machista e incluso homófobo, escudándose en el humor negro y expresándose con bastante agresividad y violencia verbal para contestar a lo que yo les decía.

Durante la clase, intenté tener cuidado con mi tono y no perder de vista una forma de hablar calmada sin responder a su hostilidad con una hostilidad mayor, dejándoles espacio para expresarse e ignorando el tono (aunque corrigiendo algunos comentarios). El resultado fue que poco a poco el tono del debate se fue relajando y, aunque seguían manteniendo muchas ideas, rebajaron su agresividad y conseguimos generar un debate sano. Me dio la impresión de que de primeras reaccionan con hostilidad porque es el discurso que les funciona: el resto de la clase no entró en el debate, a pesar de que por sus caras se veía que no estaban de acuerdo con sus compañeros. Es como si tuvieran muy interiorizado, a pesar de todo el trabajo que se hace con ellos, que mediante la agresividad y la hostilidad “ganan” en las disputas verbales. Nadie parece atreverse a entrar en discusión cuando se ponen así.

Visto todo lo que ocurrió, cambié por completo el proyecto y donde antes hacíamos una reflexión sobre el papel de las mujeres en ciertas películas y medios audiovisuales, pasamos a reflexionar a raíz del vídeo “48 cosas que oyen los hombres a lo largo de su vida”. La intención era que le dieran una vuelta a cómo la sociedad machista en la que vivimos no solo es un problema para las mujeres, sino también para los hombres. Por otro lado, mientras que una parte del proyecto consistía, en el caso de mi asignatura, en hacer exposiciones orales sobre figuras literarias femeninas, hemos propuesto diversos temas. Uno de ellos es, precisamente, las masculinidades en transformación (donde les he pedido que expliquen qué es la masculinidad hegemónica y qué otros modelos de masculinidad se contemplan generalmente, además de que hagan una reflexión sobre lo que han aprendido desde su experiencia tras investigar porque son dos chicos los que presentan este tema). Otro tema es, por ejemplo, el suicidio. Lo planteé como un tema general, pero la información que han encontrado les ha llevado a hablar (que era mi objetivo) del sesgo de género que se observa en este tema: se suicidan más hombres que mujeres y están investigando sobre las razones que hay detrás de ello. Por otro lado, en este grupo (en el que también hay solo chicos) están buscando información sobre todo el tema relacionado con la violencia física y el riesgo: ¿quiénes mueren más en accidentes de coches o por acciones temerarias? ¿A manos de quién mueren asesinados los hombres? Veremos si, cuando hagamos las exposiciones, esto llega a buen puerto, porque ha sido un experimento reinventado sobre la marcha.

Todo esto me lleva a concluir, en relación con lo que se comenta en el tema y en el foro, que los adolescentes incluso para escudarse de lo que ellos consideran un ataque por ser tachados de violentos lo combaten desde la violencia. Si algo no me parece bien, me impongo gritando por encima de los demás y utilizo un vocabulario ciertamente agresivo que provoca silencio e incomodidad en los demás, pero que también me asegura que nadie me va a llevar la contraria (“¡Estoy harto del feminismo!”). Creo firmemente que esto es una clara respuesta porque ven, aunque no sean conscientes, que ciertos privilegios que siempre “han sido así” se están tambaleando: ya no se normaliza tanto ser un chulo, ya no puedo decir todo lo que quiero cuando quiero… Y todo esto creo que ocurre porque en el ámbito familiar observan conductas similares. Y no solo en el seno de la familia, sino que además también se están legitimando en medios de comunicación y redes sociales muchos discursos extremistas y discriminatorios que pretenden presentar al hombre como víctima del “feminismo”, sin llegar a realizar una lectura más allá y entender que realmente son víctimas, pero no del feminismo, sino de la propia sociedad machista.

Creo que los chicos adolescentes necesitan referentes nuevos en los que vean espejos de masculinidades transformadas y diversas, no adheridas a ese modelo hegemónico que encarna muchas características en las que ni siquiera ellos se sienten del todo cómodos. Necesitan reflexionar sobre las consecuencias negativas que la sociedad heteropatriarcal y machista tiene sobre ellos y realizar una lectura un poco más realista: los hombres no son víctimas de la sociedad porque haya una ley de violencia de género, por ejemplo. Los hombres son víctimas de la sociedad porque se ven abocados al suicidio, a la violencia, al alcoholismo o a la drogodependencia en mayor porcentaje porque la presión social y emocional que se ejerce sobre ellos para llegar al estándar de “hombre hegemónico” es insostenible. Y necesitamos hacerles ver que entendemos ese padecimiento, que es diferente al de las mujeres, que el dolor o el sufrimiento de unos no invalida el de otros y que en realidad estamos todos en el mismo barco, y no luchando los unos contra los otros.